María Félix, la icónica actriz mexicana conocida como «La Doña», cultivó una pasión profunda por los caballos que se entrelazó íntimamente con su vida personal y su imagen pública. Más allá de su belleza y talento actoral, su afición equina la convirtió en una figura emblemática, no solo en el cine mexicano, sino también en el mundo de la hípica. Su elegancia y porte se reflejaban en la forma en que montaba, convirtiendo cada aparición a caballo en un espectáculo digno de admirar. La imagen de María Félix sobre un corcel se convirtió en un símbolo de su fuerza, independencia y sofisticación.
Su amor por los caballos no se limitaba a la estética; se trataba de una conexión profunda y genuina. Se dice que poseía un conocimiento excepcional sobre la cría y el cuidado de estos animales, demostrando un interés que iba más allá del simple disfrute de la equitación. Esta pasión la llevó a participar activamente en eventos hípicos de gran importancia, convirtiéndose en una figura recurrente en los círculos ecuestres de la época. Su presencia en las pistas era siempre esperada con gran expectación, no solo por su fama, sino por la elegancia y el dominio que demostraba al cabalgar.
La participación de María Félix en el prestigioso Hipódromo de Longchamp en París es un ejemplo paradigmático de su incursión en el mundo de las carreras internacionales. Su presencia en este escenario tan emblemático, no solo la situó en el centro de la atención de la prensa internacional, sino que también consolidó su imagen como una mujer cosmopolita, sofisticada y con una pasión genuina por los caballos. Su asistencia a Longchamp trascendió la simple presencia de una celebridad; se convirtió en una muestra de su gusto por la alta sociedad y su integración en el mundo ecuestre de élite.
En resumen, la afición de María Félix por los caballos fue mucho más que un simple hobby; fue una parte integral de su personalidad y su legado. Su elegancia, su conocimiento y su participación en eventos como los de Longchamp, la convirtieron en una figura icónica, no solo en el cine, sino también en el mundo de la hípica. Su imagen a caballo, símbolo de fuerza, independencia y sofisticación, permanecerá en la memoria colectiva como parte esencial de la leyenda de «La Doña».