Cuando Friday the 13th se estrenó en 1980, muchos lo consideraron una simple copia de Halloween (1978). Pero el tiempo demostró lo contrario: no solo se consolidó como un éxito comercial inesperado, sino que sentó las bases de una de las franquicias más longevas del cine de terror. Lo que comenzó como un modesto film de bajo presupuesto pronto generó una ola de imitaciones, secuelas y, sobre todo, un ícono que marcaría a generaciones: Jason Voorhees.
Aunque Jason no aparece como el asesino principal hasta la segunda película, fue su transformación —de niño ahogado a vengador imparable con máscara de hockey— lo que capturó la imaginación colectiva. Su diseño es tan icónico que su silueta basta para evocar terror. Pocos personajes han logrado tal nivel de reconocimiento visual sin necesidad de hablar una sola palabra. Jason representa más que un asesino: es el miedo a lo inevitable, a la culpa no resuelta, al castigo que vuelve una y otra vez. Su figura se ha comparado con monstruos clásicos como Frankenstein o Drácula, pero con un giro moderno y mucho más violento.
La influencia de esta cinta ha sido variada, empezando por que la máscara de Jason es uno de los disfraces más populares desde hace décadas. No importa la generación: niños, adolescentes y adultos han llevado esa imagen como símbolo del miedo y la diversión oscura; además Jason ha sido protagonista de incontables memes, parodias y contenido en plataformas como TikTok y YouTube. Ya sea bailando en la nieve con su machete o participando en ediciones cómicas, el personaje ha sido reinterpretado con humor, sin perder su esencia.
Desde los primeros intentos en los 80 hasta el aclamado Friday the 13th: The Game de 2017, Jason ha sido un personaje jugable temido y amado. El videojuego multijugador asimétrico permitió a una nueva generación experimentar el terror de Crystal Lake desde dentro. También existen varias referencias a Jason que abundan en canciones de hip hop, punk y metal. Grupos como Misfits, Eminem o Tyler, The Creator han mencionado o utilizado su figura como metáfora de agresión, poder o aislamiento. Artistas callejeros han creado murales y grafitis con su imagen en ciudades de todo el mundo.
Viernes 13 ayudó a consolidar las reglas no escritas del género slasher:
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Si tienes sexo, mueres.
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Si bebes o te drogas, mueres.
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Si corres por el bosque, mueres.
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Solo sobrevive “la chica final”.
Estos elementos, aunque criticados por su moral simplista, definieron un estilo que ha sido homenajeado y subvertido en películas posteriores como Scream, The Cabin in the Woods, Fear Street, e incluso en comedias como Scary Movie.
A nivel simbólico, Jason representa la figura del castigo ciego, del trauma que no cicatriza. La historia del niño marginado, maltratado y finalmente resucitado como máquina de matar toca fibras profundas: la exclusión, la venganza y el regreso del pasado. En un mundo cada vez más obsesionado con la psicología de los villanos, Jason permanece como el enigma. No habla. No razona. Solo castiga.
Incluso en 2025, Jason continúa presente. Con reboots planeados, referencias en la moda (Balenciaga lanzó una chaqueta edición limitada inspirada en Crystal Lake) y debates sobre la representación del terror clásico, Viernes 13 sigue siendo relevante. No por nostalgia solamente, sino porque sigue apelando a miedos universales y a la necesidad de enfrentar lo reprimido.
Viernes 13 ya no es solo una película: es un emblema del horror moderno y una parte esencial de la cultura pop. Jason Voorhees, con su machete y su silencio, no solo ha matado en la pantalla, sino que ha dejado una huella indeleble en la música, el arte, el cine, el lenguaje y el imaginario colectivo. En cada viernes 13, el mundo entero lo recuerda… y muchos, en secreto, siguen mirando hacia el bosque.