Desde el primer segundo, sientes que esta versión live action de Cómo entrenar a tu dragón no pretende reinventar la rueda: el director Dean DeBlois, creador de la original animada, ha decidido mover cada pieza con sumo cuidado para que la historia no pierda ni una chispa de su esencia. No hay giros inesperados, ni reinterpretaciones excesivas; es la misma aventura de siempre, con Hipo, Chimuelo, Berk, el conflicto entre humanos y dragones… todo tal como lo recordamos, pero ahora captado con actores reales y dragones hiperrealistas.
En un panorama saturado de remakes que fallan por modificar de más —o por hacerlo en nombre de la “inclusión”— esta cinta destaca. Otras adaptaciones se han recibido con rechazo masivo porque cambian personajes, agregan subtramas o empujan agendas: iniciativas que, lejos de enriquecer, decepcionan a los fans. DeLois, por el contrario, evita ese error. Incluso mantiene intacta la banda sonora original de John Powell y conserva el tono emocional intacto; esta no es una obra forzada, sino una carta de amor al material original.
El trabajo en los dragones es impresionante. El Chimuelo que vemos no es una caricatura animada descontextualizada, sino una criatura híbrida que respira y observa con mirada real. Sus escamas, sus ojos verdes llenos de vida, sus gestos corporales y expresiones transmiten esa ternura imponente que enamoró en 2010; es como si realmente existiera. Los animadores han logrado un realismo único: cada vuelo, cada respiración de fuego parece empujar el aire en la sala del cine.
Elenco y casting son otro acierto rotundo. Mason Thames (Hipo) captura a la perfección esa mezcla de torpeza, inteligencia y corazón que define al personaje; Nico Parker aporta fuerza a Astrid, y su presencia añade realismo emocional. Y hay un guiño emotivo: Gerard Butler regresa en carne y hueso para encarnar al padre de Hipo, Stoick, llenando cada escena con una autoridad cariñosa que conecta con quienes crecimos viéndolo en la versión animada.
Sobre la diversidad, la película hace algo inteligente: Berk no es una aldea homogénea, sino una isla con vikingos de distintas partes y colores, reflejo de su historia de encuentros con dragones y otros pueblos. Este enfoque convierte la presencia interracial en algo coherente y no superficial, reforzando que Berk es un crisol de culturas, no un decorado forzado.
En comparación con otros remakes live action recientes, esta adaptación vuela alto porque respeta su legado sin traicionarlo. No agrega escenas sobreactuadas ni reinterpretaciones innecesarias, ni se apoya en controversias o corrección política para generar titulares. En su lugar, abraza lo que hizo grande la original: emoción genuina, aventura desbordante y espectaculares dragones que vuelan directo al corazón.
Así, Cómo entrenar a tu dragón (live action) logra algo que pocos han conseguido: ser fiel, impactante y conmovedora, mientras eleva la experiencia visual y narrativa. No es una versión superior, pero sí una que honra sus orígenes, con convencimiento, cariño y respeto. Un equilibrio que muchos debieran estudiar antes de planear el próximo remake.