María Félix, «La Doña,» fue mucho más que una actriz icónica; fue una mujer de gustos exquisitos y una personalidad arrolladora que se reflejaba en su imponente colección de joyas. Más que simples adornos, sus piezas eran una extensión de su carácter, símbolos de su independencia y poder en una época donde las mujeres luchaban por romper barreras. Cada joya contaba una historia, un reflejo de sus viajes, sus amores y sus triunfos.
Su colección era tan legendaria como ella misma. Contaba con piezas únicas, muchas de ellas diseñadas especialmente para ella por los joyeros más prestigiosos del mundo. Se dice que poseía piezas de Cartier, Bulgari, Van Cleef & Arpels, entre otras casas de alta joyería. No se limitaba a los diamantes clásicos; exploraba diseños audaces, con esmeraldas, rubíes y zafiros de excepcional calidad, combinados con metales preciosos y piedras semipreciosas. Sus gustos eran eclécticos, desde piezas clásicas hasta diseños más modernos y vanguardistas.
Entre sus piezas más famosas se encontraban un collar de esmeraldas y diamantes, regalo de un admirador, y un impresionante conjunto de rubíes. Pero más allá del valor monetario, cada joya tenía un significado especial para ella. Muchas fueron regalos de amantes, amigos, o incluso adquisiciones propias, fruto de su éxito y su independencia financiera. A través de sus joyas, María Félix construyó una narrativa personal, una colección que hablaba de su vida y sus pasiones.
La colección de María Félix no era simplemente una acumulación de riquezas; era una representación tangible de su personalidad y su trayectoria. Cada pieza era una inversión en su imagen, en su leyenda. Sus joyas la acompañaron en las alfombras rojas, en sus viajes por el mundo y en su vida privada, convirtiéndose en parte integral de su identidad. Su legado trasciende el valor material de las joyas, convirtiéndose en un símbolo de la mujer empoderada y sofisticada que fue.
Hoy en día, parte de la colección de María Félix se encuentra dispersa, algunas piezas subastadas y otras en manos de coleccionistas privados. Sin embargo, su recuerdo perdura, no solo en la memoria colectiva, sino en la imagen icónica de una mujer que supo brillar con luz propia, tanto en la pantalla como en la vida, adornada con joyas que reflejan su inigualable estilo y personalidad.