Hablar de Nina Simone es hablar de fuerza, de talento y de una pasión que traspasó escenarios para convertirse en bandera de lucha. Fue una pianista virtuosa, cantante irrepetible, activista feroz y, sobre todo, una mujer que se atrevió a usar su arte como arma contra la injusticia. Su vida no fue fácil, pero cada herida se transformó en una nota, cada injusticia en una canción, cada silencio impuesto en un grito de libertad.
Nina Simone nació como Eunice Kathleen Waymon el 21 de febrero de 1933 en Tryon, Carolina del Norte, una pequeña ciudad marcada por el racismo del sur de Estados Unidos. Desde niña mostró un talento excepcional para el piano, con una formación clásica que la hizo soñar con convertirse en la primera pianista concertista negra del país. Sin embargo, ese sueño se truncó cuando fue rechazada por el Curtis Institute of Music en Filadelfia, decisión que ella siempre atribuyó a la discriminación racial.
Decepcionada pero no vencida, comenzó a tocar en bares para sobrevivir, donde combinó el jazz, el blues, el góspel y la música clásica con su inconfundible voz profunda. Fue entonces cuando nació Nina Simone: un nombre artístico que la protegería de su familia conservadora, pero que acabaría convirtiéndose en símbolo de revolución cultural.
Su carrera despegó en los años 60 con temas como I Loves You, Porgy, Sinnerman y Feeling Good, pero pronto dio un giro más radical. La muerte de líderes afroamericanos como Medgar Evers y las niñas asesinadas en la iglesia de Birmingham la llevaron a componer canciones crudas y directas como Mississippi Goddam y To Be Young, Gifted and Black, himnos del movimiento por los derechos civiles.
Nina no fue una artista complaciente. Se negó a suavizar su mensaje por contratos o rankings, lo que le costó oportunidades, contratos discográficos y estabilidad financiera. Pero nunca su alma. Para ella, el arte sin verdad no tenía sentido. En un mundo que intentaba silenciarla, ella eligió gritar.
Su vida personal fue intensa y compleja: vivió episodios de violencia doméstica, problemas mentales y años de exilio voluntario en Liberia, Suiza y Francia. Pero incluso en sus momentos más oscuros, la música fue su refugio y su arma. En total, lanzó más de 40 álbumes a lo largo de su carrera, cruzando géneros con una libertad que pocos podían permitirse.
Nina Simone murió el 21 de abril de 2003 en Francia, pero su legado sigue vigente. Artistas como Lauryn Hill, Alicia Keys, Beyoncé o John Legend la han citado como influencia directa. Su historia ha sido contada en documentales como What Happened, Miss Simone? (Netflix, 2015), acercando su figura a nuevas generaciones.
Más allá de su talento musical, Nina Simone nos dejó una lección poderosa: no hay arte sin conciencia, ni libertad sin resistencia. Fue una mujer negra, orgullosa, incómoda para muchos, pero profundamente necesaria. Su piano no solo tocaba melodías: construía trincheras. Su voz no solo cantaba: encendía fuegos. Y ese fuego sigue ardiendo.